Silencio

Creo que yo sería parte de esa supuesta “mayoría silenciosa” tan manoseada: soy ciudadano con derecho a voto en Cataluña, Barcelona es la ciudad en la que más años he vivido en mi vida y lugar de nacimiento de mi recién venida al mundo sobrina. El proyecto independentista catalán jamás me atrajo, me parece insostenible y no comparto absolutamente en nada el método unilateral del “procés” emprendido por la Generalitat de Catalunya. Como a tantos otros, la permanente discusión y épica nacionalista me produce un hastío y desgana insoportable, de la cual entre seseos y ceceos hayo refugio en mi propia plurinacionalidad y en mi propio risueño caos identitario que no intento patriotizar. Nunca he participado activamente de los desfiles de uno u otro lado y no porque sea etimológicamente un idíotes, sino porque a mí me movilizan otros anhelos de justicia social, que tanto tienen que ver con un utópico médico socialista latinoamericano.
Pero ayer golpearon a la gente. Vi un vídeo en el que lanzaban a personas mayores al suelo y la policía pisoteaba a las personas. La gente que se movilizó ayer a expresar su opinión fueron mis compañeros de la carrera con los que tantas veces debatimos sobre un país más justo e inclusivo, los vecinos de barrio con los que tímidamente me atreví a hablar en catalán y siempre me motivaron a más, mis amigos con los que pese a tener posiciones totalmente opuestas, nunca olvidamos que en la diferencia hasta nos caíamos mejor. A toda esa gente ayer la golpearon. A tantos otros, desde la distancia, nos hirieron igual.


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