Homofobia revolucionaria
Un vicio burgués y una perversión fascista, es como definiera la homosexualidad el gran "hombre de acero", el padre de la victoria comunista, a quien Neruda dedicara su triste y tétrica "Oda a Stalin".
Anoche fui invitado a celebrar el cumpleaños de alguien a quien en pocos meses he llegado a querer mucho: ella quiere a mi padre y lo aparta de ese destino irremediable a la soledad al que él pareciese empeñarse. A lo que íbamos, la mesa de la celebración era digno blasón de lo mejor y más auténtico de la familia media-humilde chilena: la calidez al interior del hogar, una familia numerosa, la abuela que te sirve un tecito caliente nada más entrar y sin preguntar y las tías que sirven y sirven comida. Y los señores..., los señores; silentes, en el atisbo de un vida trabajada, a hoz y martillo.
Dos cuadros de Allende decoraban las paredes de esta casa en cuyas gentes hablaban del "Partido" y del último concierto de Silvio Rodríguez en la ciudad. Me sentía cómodo; de alguna manera todo esto me era conocido. Y digo de alguna manera, porque yo escuché a los abanderados del socialismo en mi infancia de clase media, en los barrios acomodados de Santiago y no desde la voz rasgada, del sol en la frente, y la tierra tomada.
Tristemente la armonía se quiebra cuando una de las tías comenta enrabiada que ha visto un maricón corriendo como niña en la plaza. "Está bien que sea maricón, pero en su casa, no a la vista de todos". A lo que el patriarca de la familia se suma, apuntando que "mejor que no se le acerque un rarito de esos, porque de una paliza le quita lo maricón", desatando un triste enfrentamiento entre las tres generaciones ahí presentes.
Y me hizo recordar el sórdido manifiesto que, desde la diferencia, un siempre irreverente Pedro Lemebel leyese ante un encuentro de partidos de izquierdas en los últimos años de la dictadura; tan recta amonestación a la homofobia revolucionaria.
Qué lejos me siento de esos dogmas; de la doctrina, de esos superhombres estrellados. Que cerca me siento de la gente que piensa libre y guiada por buenos sentimientos de amor. A los primeros les digo, hoy, como en Irlanda, apartaros a un lado y dejad a la gente que hable.
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